Tóxicos y tóxicas

No es novedad. Perdura, nace y se reproduce. La toxicidad de las personas nos lleva acompañando desde que el mundo es mundo, desde que el humano es humano. Lo eran Marco Antonio y Cleopatra, mucho antes de JFK y Jacqueline Onassis; lo eran también el hombre y la mujer de las cavernas.
Tóxicos y tóxicas

No es que lo haya descubierto a estas alturas del viaje. Lo he vivido en carnes propias, lo he visto con mis ojos adornados de ojeras desde que era niño; cómo no. La cuestión es que ahora , en este presente tan lleno de modernidad, tan repleto de oportunidades, en una sociedad tan bien conectada, tan bien informada, me he visto rodeado de tóxicas y de tóxicas, como si el tiempo no hubiera pasado, como si los años ochenta nunca hubieran sucedido, como si lo vivido en los noventa no constara en la historia. Sinceramente, me cuesta entender ciertas actitudes, ciertos pensamientos, como si aquí no hubiera pasado nada. Debe ser cierta esa afirmación, de que la historia se repite, de que la historia es cíclica. Pero, señores y señoras de más de veinte y de treinta años, en qué clase de mundo viven ustedes.

El tóxico y la tóxica, realmente tiene poca importancia el sexo del individuo, es una especia de vampiro, un niño egoísta, un ser inmaduro además de inseguro, que chupa la sangre, el ánimo y el tiempo de la víctima y la convierte en un trapo con el que se limpia la grasa de los labios y la inmundicia de las partes pudientes. Se caracteriza por dominar al otro, por intentar apoderarse del espacio en el que la víctima se supone que tiene que moverse libremente, se va adueñando lentamente de todos esos lugares que solo deben pertenecer al otro, con detenimiento, incluso, le cambia el pensamiento, dejando como resultando a un ser con la autoestima por los suelos e indefenso sin la compañía y la vigilancia del vampiro o la vampiresa, y finalmente, la víctima se convierte en una ridícula caricatura, tan despreciable como el propio hombre tóxico o mujer tóxica.

Me sorprendo de mi propia sorpresa, porque a estas alturas de la película, me encuentre y se me aparezcan este tipo de individuos. Que son capaces de llamarte a horas indebidas, para decirte que han visto tu perfil en una determinada aplicación, que son capaces de meterse en tu casa sin haberlos invitado, de meterse en tu cama sin venir a cuento,sí, sin venir a cuento. Son muy hábiles metiéndose en conversaciones que no les incumben, suelen creerse poseedores de toda sabiduría, y les encanta socializar, tirarte el anzuelo y por supuesto, caer en gracia como la persona más simpática que jamás hayas conocido. A mí, sinceramente, se me revuelven las tripas.

Cómo es posible que sigan existiendo estos seres tan dotados de un cinismo tan barato y qué lo expongan tan gratuitamente. No tengo la respuesta, quisiera creer que ellos y ellas también son víctimas del sistema, sin embargo, pienso que no pueden tener la autoestima tan baja como sus presas, la tienen, tienen carencia, pero no tan amplia como a los que atacan, ni son tan inseguros como sus presas, también lo son, pero menos que a los que les chupan la sangre, me planteo que deben sentir placer al conseguir sus propósitos. Verdaderamente, son muy peligrosos y peligrosas.

La víctima nunca se da cuenta de que es una víctima, a usted y a mí nos pueden estar vampirizando y puede que no lo sepamos, o sí, el cumplir años compensa para identificarlos y lograr evitarlos. Aunque, por otro lado, es realmente triste, observar como tu amigo o tu amiga, tu madre o tu hermana, como tu compañero o compañera de piso, giran ciento ochenta grados y hacen lo contrario a lo que harían si fueran libres. Amigo o amiga y demás individuos, abra usted los ojos, mírese el cuello en el espejo del baño antes de ir a dormir o al levantarse con esa falta de energía, ahí está la clave, su falta de energía es la evidencia de que usted está durmiendo con un tóxico o con una tóxica. Para terminar este terrorífico artículo les dejo un poema de mi poemario “Treinta años de ansiedad”.

Tóxico

Venenoso, calculador y tóxico.

Tenía una juventud por delante,

pero me enamoré de tu frágil ente,

de tu sonrisa fácil y falsa,

de tu lágrima ágil de chantaje,

de tu soledad

y de tu obscena ignorancia.

Ya era tarde cuando te conocí,

tu sudor ponzoñoso me volvió dependiente,

pendiente de tus pasos,

de tu boca y de tus ojos,

y si no estaba contigo sentía un abismo,

y si no estaba contigo era una isla vacía.

Y nadie más me iba a querer como tú,

nadie más me iba a hacer reír como tú,

nadie más me maltrataría tanto como hiciste tú,

nadie más pisaría mis sueños tanto como hiciste tú,

nadie más me avergonzaría como lo hiciste tú,

nadie más me apartaría del mundo tanto como hiciste tú.

Así de venenoso, calculador y tóxico eras tú,

ahora aquella guerra de cien años terminó,

porque prefiero mi cama vacía y no sentirme observado,

prefiero mis pasos perdidos a tu manía persecutoria,

prefiero mi silencio a tu maltrato psicológico,

prefiero mi verdad amarga

a las mieles dulces de tus garras.

Oso abatido que se desangra,

no sigas más mi olor por tu bosque,

huí libre entre la derretida escarcha,

pero continua el escalofrío al saber,

que aún sigues buscándome cada amanecer,

con tu barato victimismo,

con tus falsos consejos,

con tu triste silueta,

con tu manía persecutoria.

Así como venenoso, calculador y tóxico eres tú.

 

Yeroboam Perdomo Medina

Yeroboam Perdomo Medina

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