La naranja mecánica: El Estado y el individuo

A clockwork orange, 1971, de Stanley Kubrick, basada en la novela de Anthony Burgess, fue retirada por el mismo director en las salas de cine del Reino Unido, poco después de su estreno.
La naranja mecánica

Como consecuencia, de que el cineasta fue amenazado de muerte y algunos espectadores después de visionarla, intentaron imitar el modus operandis de los drugos de la película, además del “evidente” rechazo de una parte de la sociedad del momento. Aunque la cinta obtuvo cuatro nominaciones a los premios Oscars, quedándose finalmente con las manos vacías, obviamente, el film como ha ocurrido con tantos otros, fue con el paso de los años y las décadas, que devino en cine de culto.

Quedaban diez años para que surgiera Margaret Thatcher en la sociedad británica, y en varios países de Europa, todavía imperaban unas cuantas dictaduras con sus correspondientes dictadores, pero en este país anglosajón, una vez más, quedó al descubierto la fragilidad de la moral, la hipocresía de una democracia liberal, el rubor y la obstinación de las personas enquistadas en su conservadurismo mental. No obstante, muchos se atreven a decir que esta película no podría hacerse hoy en día, una afirmación, que habría que razonar. La Warner Bros le dio total libertad de creación a su director, por una sencilla razón, por el éxito de su anterior cinta, 2001: Odisea en el espacio. Actualmente, un film como este, tendría que desarrollarse en el espectro del cine independiente. Es en esa categoría de cine, donde podemos seguir encontrando joyas tan valientes, polémicas y escandalosas, como lo fue La naranja mecánica, aunque, escandalizarse depende del tipo de espectador y de las medidas de su horizonte encefálico.

Acaso, ¿hoy no rige o protagoniza la violencia gran parte de lo que se estrena, de lo que se emite en la televisión, de lo que se publica en el periódico? Acaso, ¿la sexualidad, los seres hipersexuados no imperan en twitter o en instagram? ¿las mujeres no siguen sufriendo violaciones perpetradas por un grupo de varones? Acaso, ¿detrás de las cortinas del Estado, no hay un cadáver pudriéndose, no hay presos políticos, no hay torturas, no hay montajes policiales y gubernamentales? Pisen la Tierra.

El autor de la novela que inspiró la película, Anthony Burgess, sufrió en carnes propias lo que aconteció en la casa del inolvidable escritor, que escribe tranquilamente mientras tocan en la puerta de su casa, posteriormente entran y a continuación, acontece una de las escenas más impactantes de la cinta. Anthony Burgess estaba de viaje, cuando su mujer embarazada fue violada en su casa, durante un apagón por un grupo de soldados, perdiendo al niño que esperaba. La realidad siempre supera a la ficción, menos glamurosa, pero más fría y afilada que la pantalla del cine. Si el propio escritor pudo reflejarlo en la literatura y luego visionarlo en la sala, además de defender el film de Kubrick, ¿por qué hay que rasgarse las vestiduras? La realidad es la que es.

No es necesario reseñar la perfección y magnanimidad de esta película. Ni siquiera la academia la pudo obviar, eso sí, ya fue bastante para aquellos puritanos darles las cuatro nominaciones, incluyendo mejor película y director, tuvo que ser un ejercicio bastante pesado para ellos. No nos iremos a engañar a estas alturas, no sean tan ingenuos en lo que se refiere a la objetividad de estos premios, de ese año y de casi todos los demás. Malcolm McDowell y Patrick Magee hicieron un gran trabajo, como actor principal y actor secundario, respectivamente. McDowell quien interpreta Alex DeLarge, el líder de la banda, y Magee, el atormentado escritor; bien pudieran haber sido nominados. El primero, además de ganarse el beneplácito del director, sabiéndose de él un perfeccionador y que repetía las tomas las veces que hiciera falta, además de romperse una costilla, McDowell sufrió una lesión en la córnea durante la angustiosa escena de la técnica de Ludovico. Pero, nominar al Oscar a un personaje violento y violador hubiese sido demasiado para la academia; no vayamos a legitimar a un execrable antisistema. Lo que no se entiende es el olvido de Magee, aunque quizás haya jugado en su contra un corto tiempo en la pantalla, no obstante, hubieron otros casos, en que sí les dieron la opción de optar a la estatuilla, además el personaje es una clara víctima, aunque vengativo. Puestos a pensar, no les era conveniente destacar tanto a una película clasificada con la X, y posiblemente, a un personaje que destapa las torturas de un Estado; más tarde fue clasificada R, pero habiéndole cortado el director treinta segundos de duración. Un minuto se puede hacer eterno, ya saben.

El Estado y el individuo. Ambos con tantos defectos, ambos tan contraproducentes y contradictorios. El Estado tiene las competencias de sanidad, justicia, educación, etc, el individuo tiene las competencias que el Estado le deja, aunque antes y ahora, hemos tenido líderes que han abogado por la libertad individual, pero no nos engañemos otra vez, que este Estado y este individuo no pueden vivir el uno sin el otro. Ese líder liberal -en lo económico- que enarbola la libertad individual y económica, luego se jacta de sus privilegios, y tras la cortina antes mencionada, se esconden las comisiones, los contratos a su beneficio, los favores y el amiguismo, y si los asuntos no salen como debieran, se refugian en la inviolabilidad y el aforismo, que tienen como representantes públicos, y en la presunción de inocencia que reza en la constitución. Reza, porque no todos los estados son laicos. Por otra parte, ese individuo que presume de ser tan libre de pensamiento y de conciencia, que no quiere que le quiten un céntimo, que no quiere pagar impuestos, acudirá al Estado para que le proporcione gratis los servicios que no puede o no quiere pagar.

El personaje de Alex DeLarge y el personaje del ministro, tan antagonistas en su modo de vivir, tan diferentes a primera vista, se acaban necesitando para poder sobrevivir dentro del sistema, se acaban necesitando tanto, como el niño a su madre y como el pájaro al nido. La sociedad no ha mejorado, no han cambiado los roles, no ha cambiado el sistema; no se rasguen las vestiduras ante una obra maestra como esta, que la vida sigue igual o peor.

Yeroboam Perdomo Medina

Yeroboam Perdomo Medina

Suscríbete

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad